jueves, 11 de junio de 2009

LA VOZ

Cada día el silencio de la habitación solitaria
se cierra de nuevo sobre el leve chapoteo de cada gesto,
se abre inmóvil al aire que calla. La voz
ronca y dulce no retorna en el fresco silencio.

Se abre, como la respiración de quien está a punto de hablar
el aire inmóvil y calla. Cada día es el mismo.
Y la voz es la misma, que no quiebra el silencio,
por siempre idéntica y ronca en la inmovilidad
del recuerdo. La clara ventana acompaña
con su breve latido la calma de entonces.

Cada gesto golpea la calma de entonces.
Si sonase la voz, tornaría el dolor.
Tornarían los gestos en el aire asombrado
y palabras, palabras a la voz queda.
Si sonase la voz, hasta el breve latido
del silencio que dura se haría dolor.

Tornarían los gestos del inútil dolor,
golpeando las cosas en el curso del tiempo.
Mas no torna la voz y el remoto susurro
no crispa el recuerdo. La inmóvil luz
otorga su fresco latido. Para siempre, el silencio
calla, ronco y quedo, en el recuerdo de entonces.

CESARE PAVESE

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