¿Seguiremos pensando en ti cómo castigo,
sintiendo que nos expulsaron del paraíso
y eso nos condena a curtirnos las manos?,
¿Seguiremos pensando que eres una lucha,
como cuando los hombres morían en sus máquinas,
que alguien nos explota, que explota nuestra sangre?
Yo hoy quiero cantarte, como a un amante nubio,
porque tú eres una fuerza, una humana potencia,
posibilidad única de transformar el mundo,
de ponerle al gato de la pereza cascabeles,
de extinguir la inercia de los cuerpos a yacer,
eres un ¡levántate y anda! al Lázaro que somos.
Eres la fórmula precisa del esfuerzo,
eres el domador que subyuga el caballo
de la melancolía, montado por el sueño.
Se multiplican en ti las gubias y garlopas
del sinsentido, se mueren en tu seno
los hijos predilectos de la quietud.
Se tejen en tus ruecas los hilos del futuro,
se cuecen en tus hornos las viandas que serán
alimento de otros el cercano mañana.
Se arranca de tus minas el preciso diamante de los versos,
de tus amantes labios el preciso diamante de los besos.
Y son tus alfareros artífices de casas que habitamos.
De tumbas marmóreas que nos guardan.
Tantas vidas se cruzan en infinitos hilos
para hacer un solo hombre, una sola mujer.
Tantos hombres haciéndote homenaje,
para que yo sostenga entre mis manos
esta taza caliente de café de Colombia,
esta seda de India que me cubre la piel,
mi lápiz de Alemania, con que escribo estos versos,
y la senda dorada por la que transitamos,
el libro que leemos, y nos enseña a amar,
el libro que leemos, ¡cuánto trabajo un hombre,
dos hombres, cientos de hombres!
para avivar la llama de la ciencia,
la llama de la ciencia que tragó tantos cuerpos,
la llama de la ciencia que nadie extinguirá.
ALEJANDRA MENASSA DE LUCIA