a reconocer que en cada sílaba
tu nombre saltaba de la barandilla
y me besaba con frenesí musical.
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Después hubo luces, giros empecinados.
Volvías con hambre y hablabas
de mujeres con sus cofres de zinc
sus delantales abrochados al otro.
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Metía la mano en el futuro
y te sacaba fuerte, con la cabeza en la palabra
sacudiendo recuerdos, puntos, madres,
desventajas para la alegría.
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Brillaba tu tiempo, el esplendor refrescaba
los límites y tus ojos eran brújulas.
Con la señora del entendimiento
fuimos al día a acunar tus múltiples.
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Poesía inédita
Clémence Loonis
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