viernes, 24 de abril de 2009

LA NUBE EN PATALONES

Con mi corazón sangrante desgarrado en harapos

excitaré

vuestra mente

que sueña en cerebros reblandecidos

cual cebado lacayo en mugriento sofá;

hasta hartarme me burlaré, atrevido y mordaz.


Ni una sola cana mi alma tiene,

ni en mis años hay ternura senil.

La fuerza de mi voz atruena el mundo

y con veintidós años

camino enhiesto, hermoso.


¡Vosotros los delicados!

que sobre tiernos violines recostáis el amor

o, si rudos sois, sobre timbales.

Nunca podréis hacer como yo,

volverse del revés y ser todo labios.

Venid y aprended.

Damas pulidas envueltas en sedas y batistas

que humedeciendo los labios hojean los libros

como cocineras un libro culinario:

¡dejad esa decencia de ligas angelicales!

Si quieren

amaré la carne hasta la locura

y, tornasolado como el cielo,

si quieren

seré intachablemente delicado:

no seré un hombre,

sino una nube en pantalones.

En el mundo no existe una Niza florida.

Hoy glorifico de nuevo

a hombres cansados como un hospital,

y a mujeres sobadas como un refrán.

VLADIMIR MAIAKOVSKI

(Rusia-1893)

jueves, 9 de abril de 2009

PARA HACER UN TALISMAN

Se necesita sólo tu corazón
hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios.
Un corazón apenas, como un crisol de brasas para la idolatría.

Nada más que un indefenso corazón enamorado.
Déjalo a la intemperie,
donde la hierba aúlle sus endechas de nodriza loca
y no pueda dormir,
donde el viento y la lluvia dejen caer su látigo en un golpe de azul escalofrío
sin convertirlo en mármol y sin partirlo en dos,
donde la oscuridad abra sus madrigueras a todas las jaurías
y no logre olvidar.
Arrójalo después desde lo alto de su amor al hervidero de la bruma.

Ponlo luego a secar en el sordo regazo de la piedra,
y escarba, escarba en él con una aguja fría hasta arrancar el último grano de esperanza.
Deja que lo sofoquen las fiebres y la ortiga,
que lo sacuda el trote ritual de la alimaña,
que lo envuelva la injuria hecha con los jirones de sus antiguas glorias.
Y cuando un día un año lo aprisione con la garra de un siglo,
antes que sea tarde,
antes que se convierta en momia deslumbrante,
abre de par en par y una por una todas sus heridas:
que las exhiba al sol de la piedad, lo mismo que el mendigo,
que plaña su delirio en el desierto,
hasta que sólo el eco de un nombre crezca en él con la furia del hambre:
un incesante golpe de cuchara contra el plato vacío.

Si sobrevive aún,
si ha llegado hasta aquí hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios;
he ahí un talismán más inflexible que la ley,
más fuerte que las armas y el mal del enemigo.
Guárdalo en la vigilia de tu pecho igual que a un centinela.
Pero vela con él.
Puede crecer en ti como la mordedura de la lepra;
puede ser tu verdugo.
¡El inocente monstruo, el insaciable comensal de tu muerte!

OLGA OROZCO

sábado, 4 de abril de 2009

LA POESIA

Llegas, silenciosa, secreta,
y despiertas los furores, los goces,
y esta angustia
que enciende lo que toca
y engendra en cada cosa
una avidez sombría.

El mundo cede y se desploma
Como metal al fuego.
Entre mis ruinas me levanto,
Solo, desnudo, despojado,
sobre la roca inmensa del silencio,
como un solitario combatiente
contra invisibles huestes.

Verdad abrasadora, ¿a qué me empujas?
No quiero tu verdad, tu insensata pregunta.
¿A qué esta lucha estéril?
No es el hombre criatura capaz de contenerte,
avidez que sólo en la sed se sacia,
llama que todos los labios consume,
espíritu que no vive en ninguna forma
mas hace arder todas las formas.

Subes desde lo más hondo de mí,
desde el centro innombrable de mi ser,
ejército, marea.

Creces, tu sed me ahoga,
expulsando, tiránica,
aquello que no cede
a tu espada frenética.
Ya sólo tú me habitas,
tú, sin nombre, furiosa substancia,
avidez subterránea, delirante.

Golpean mi pecho tus fantasmas,
despiertas a mi tacto,
hielas mi frente,
abres mis ojos.

Percibo el mundo y te toco,
substancia intocable,
unidad de mi alma y de mi cuerpo,
y contemplo el combate que combato
y mis bodas de tierra.

Nublan mis ojos imágenes opuestas,
y a las mismas imágenes
otras, más profundas, las niegan,
ardiente balbuceo,
aguas que anega un agua más oculta y densa.
En húmeda tiniebla vida y muerte
quietud y movimiento, son lo mismo.

Insiste, vencedora,
porque tan sólo existo porque existes,
y mi boca y mi lengua se formaron
para decir tan sólo tu existencia
y tus secretas sílabas, palabra
impalpable y despótica,
substancia de mi alma.

Eres tan sólo un sueño,
pero en ti sueña el mundo
y su mudez habla con tus palabras.
Rozo al tocar tu pecho
la eléctrica frontera de la vida,
la tiniebla de sangre
donde pacta la boca cruel y enamorada,
ávida aún de destruir lo que ama,
y revivir lo que destruye,
con el mundo, impasible
y siempre idéntico a sí mismo,
porque no se detiene en ninguna forma
ni se demora sobre lo que engendra.

Llévame, solitaria,
llévame entre los sueños,
llévame, madre mía,
despiértame del todo,
hazme soñar tu sueño,
unta mis ojos con aceite,
para que al conocerte me conozca.

OCTAVIO PAZ

jueves, 2 de abril de 2009

EL SILENCIO DESPUÉS DE LA PALABRA

Soy el pedazo que habrás de arrancarle a la noche
para seguir viviendo,
soy la letra diluida en el tintero, que pugna por salir,
soy esa risa fresca con que saludas la hoja nívea,
Soy tu tirana, tu apóstol, tu miseria y tu riqueza,
soy la mujer que le sobra a la poesía,
el último resto de la masacre,
la respiración entrecortada por el cuchillo.
Soy tu poeta y poeta es un ser que se transforma en cada verso,
soy la mirada, la voz, la última esclava de occidente,
esa repetición inmensurable, tinta en mis venas, tinta en los ojos,
tinta en la lengua.
Dame tu semen, poesía, dame tu soledad para extinguirla,
hazme nacer al poema desnuda, con mi equipaje de estremecimientos
hazme hijos: palabras como huecos, palabras que inauguran el silencio.
Te amo, poesía, y no hay remedio,
ni pócima, ni ungüento para sacarme de encima el sortilegio,
las horas en tu ausencia no son horas,
porque no estás para nombrarlas.
Soy poeta, si se puede ser eso.
La página desierta estira su mano blanca
y me estrangula los silencios.

ALEJANDRA MENASSA