I
Permitidme amigos que os cante esta mañana transparente
en que la primavera da brillo a las hojas de los árboles
y en Villa Ortuzar -mi barrio- el sol tutea los ojos de los
niños,
el corazón maduro de los jornaleros sin trabajo
y las cabelleras de las muchachas pobres que van a las
fábricas.
Oh, mis amigos:
Hoy me arranqué la piel de cordero de mi humildad
y en mí nace un hombre que vosotros no conocéis.
Un hombre que estaba adherido a la piel de cordero de mi
humildad.
y en mí nace un hombre que vosotros no conocéis.
Un hombre que estaba adherido a la piel de cordero de mi
humildad.
Estoy libre ¡libre! del sueño de los pobres.
Esa nube violenta que nos ciega los ojos.
Que nos tumba sobre un camastro de algodón
y nos transforma -como a fumadores de opio- en sacos
inservibles,
tirados en un fondo de mar verdoso, como buzos ahogados,
para soñar el pobre sueño de los pobres.
Esa nube violenta que nos ciega los ojos.
Que nos tumba sobre un camastro de algodón
y nos transforma -como a fumadores de opio- en sacos
inservibles,
tirados en un fondo de mar verdoso, como buzos ahogados,
para soñar el pobre sueño de los pobres.
Le arranqué los tornillos a mi angustia. Y amo y odio.
Amo con la conciencia limpia como la de los niños.
Odio con la conciencia pura como la de los pájaros.
Porque me arranqué los sueños como guantes
-la mesa servida, la casa propia, la mujer fiel-
y ando en cueros gritando mi alegre animalidad.
Amo con la conciencia limpia como la de los niños.
Odio con la conciencia pura como la de los pájaros.
Porque me arranqué los sueños como guantes
-la mesa servida, la casa propia, la mujer fiel-
y ando en cueros gritando mi alegre animalidad.
Oh, mis amigos:
Vuelvo a mis 12 años de edad turbulentos como un sueño de
vagancia.
Cuando leía las aventuras de Salgari y las novelas de Julio
Verne.
Y abrazaba a las muchachas para levantarles las polleras
y encenderlas de pudor ante mi audacia de capitán pirata sin
turbante
ni mares que conquistar. No tenía súbditos que obedecieran,
pero tenía mis 12 años duros con olor a tabaco fuerte.
Y unas ganas tremendas de amar la vida.
Y una injuria despierta -sin goznes- para el más cobarde.
Y unos puños crispados que levantaban mi corazón y mi
osadía.
vagancia.
Cuando leía las aventuras de Salgari y las novelas de Julio
Verne.
Y abrazaba a las muchachas para levantarles las polleras
y encenderlas de pudor ante mi audacia de capitán pirata sin
turbante
ni mares que conquistar. No tenía súbditos que obedecieran,
pero tenía mis 12 años duros con olor a tabaco fuerte.
Y unas ganas tremendas de amar la vida.
Y una injuria despierta -sin goznes- para el más cobarde.
Y unos puños crispados que levantaban mi corazón y mi
osadía.
(Cómo cantan en mí los años de la escuela. Oh, mis amigos:
Ahora que oigo el tañido suave de una campana lejana
y su mar erizado de músicas repercute en mis tímpanos como en un caracol.
Ahora que los pregones de la calle
abren la piel transparente de esta mañana de primavera
y en mí nace un hombre que vosotros conocéis).
Era el más osado de la clase y Armando Casafúz, mi
maestro,
una vez me abrió su confianza como una puerta de amigo.
y su mar erizado de músicas repercute en mis tímpanos como en un caracol.
Ahora que los pregones de la calle
abren la piel transparente de esta mañana de primavera
y en mí nace un hombre que vosotros conocéis).
Era el más osado de la clase y Armando Casafúz, mi
maestro,
una vez me abrió su confianza como una puerta de amigo.
Ese día fumé cigarrillos de 30, conocí el puerto de Buenos
Aires,
y me di un atracón de vidrieras sin pensar en romperlas.
Porque era en mi libertad el niño más feliz del mundo.
Aires,
y me di un atracón de vidrieras sin pensar en romperlas.
Porque era en mi libertad el niño más feliz del mundo.
Oh, mis amigos:
Entonces yo sabía organizar revoluciones infantiles.
Gritar: ¡Viva el socialismo! ¡Abajo los que tienen plata!
Hacerles un corte de manga a los vigilantes y a los porteros.
El pito catalán a los maestros y a los Hermanos Maristas.
Y en Cramer y Mendoza trompear a los monitores por
alcahuetes,
para proveerme de sueños que me aislaran de las cuatro
paredes frías de la ciudad
y vengarme de mi cotidiana amargura.
Gritar: ¡Viva el socialismo! ¡Abajo los que tienen plata!
Hacerles un corte de manga a los vigilantes y a los porteros.
El pito catalán a los maestros y a los Hermanos Maristas.
Y en Cramer y Mendoza trompear a los monitores por
alcahuetes,
para proveerme de sueños que me aislaran de las cuatro
paredes frías de la ciudad
y vengarme de mi cotidiana amargura.
Las vociferaciones groseras de los cocheros, los choferes,
los feriantes.
Las corridas de los guardianes tuertos, o sordos, o mancos, o
rengos,
en torno a las tres barrancas de Belgrano con sus héroes
inmóviles,
sucios de verdín y de tiempo, donde hacían el amor las
arañas,
y servían para que yo les meara con la inocencia de los
ángeles.
Las vejaciones de una solterona histérica que leía a Vargas
Vila
mientras yo enceraba una escalera de 50 peldaños y cantaba
para aturdirme,
o rompía las vajillas en la cocina porque ansiaba partir,
partir.
los feriantes.
Las corridas de los guardianes tuertos, o sordos, o mancos, o
rengos,
en torno a las tres barrancas de Belgrano con sus héroes
inmóviles,
sucios de verdín y de tiempo, donde hacían el amor las
arañas,
y servían para que yo les meara con la inocencia de los
ángeles.
Las vejaciones de una solterona histérica que leía a Vargas
Vila
mientras yo enceraba una escalera de 50 peldaños y cantaba
para aturdirme,
o rompía las vajillas en la cocina porque ansiaba partir,
partir.
Oh, mis amigos:
Aunque el corazón de mi madre me defendiera como una
garra,
y mis 12 años duros con olor a tabaco fuerte bloquearan
las ofensas más turbias.
garra,
y mis 12 años duros con olor a tabaco fuerte bloquearan
las ofensas más turbias.
II
Y es mi Elegía, camaradas:
la mesa servida, la casa propia, la mujer fiel.
Al sueño de los pobres lo arranqué con tirabuzones de
aliento
y estoy de vuestra parte porque el mundo nos pertenece
bajo este sol que tutea los ojos de los niños,
el corazón maduro de los jornaleros sin trabajo
y las cabelleras rubias de las muchachas pobres que van
a las fábricas.
Y es mi Elegía, camaradas:
la mesa servida, la casa propia, la mujer fiel.
Al sueño de los pobres lo arranqué con tirabuzones de
aliento
y estoy de vuestra parte porque el mundo nos pertenece
bajo este sol que tutea los ojos de los niños,
el corazón maduro de los jornaleros sin trabajo
y las cabelleras rubias de las muchachas pobres que van
a las fábricas.
José Portogalo
Encontrado en esa página...GRACIAS, MUCHAS GRACIAS !
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