Las aguas tranquilas son como leche
y todo lo que se extiende entre las blandas soledades
de la mañana.
El puente lavado, antes del amanecer, por un agua en
sueños semejante a la mezcla del alba, forma una hermosa
relación con el cielo. Y la infancia adorable del día, por el
eemparrado de las tiendas rodadas, desciende hasta mi
canción.
Infancia, mi amor, ¿no era más que eso?
Infancia, mi amor... el doble anillo del ojo y la
felicidad de amar...
Hace un tiempo tan sereno y tan tibio,
un tiempo tan continuo
que parece extraño estar allí, con las manos atadas a la
facilidad del día...
In fancia, mi amor, no hay más que ceder... Pero,
¿lo he dicho ya?, no quiero remover más
esas sábanas, allí, en lo incurable, entre las verdes
soledades de la mañana... Pero, ¿lo he dicho ya?, sólo hay
que servir
como de vieja cuerda... Y este corazón, este corazón,
¡allí!, arrastrándose sobre los puentes más humildes y más
salvajes y más, que un viejo estropajo,
extenuado...
SAINT-JOHN PERSE
1 comentario:
un bello poema. Buena elección de uno de los grandes del verso.
Un abrazo
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